martes, 18 de noviembre de 2008

REFLEXIONES DE SIMONPETRUS






“Yo el Señor tu Dios, soy un Dios celoso. Cuando los padres son malvados y me odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera y cuarta generación. Por el contrario, cuando me aman y cumplen mis mandamientos, les muestro mi amor por mil generaciones” (Ex. 20:5-6)

Sanando las heridas:

La mayor parte de los seres humanos e inclusive algunos que se hacen llamar cristianos llevan consigo sus raíces de amargura y les es muy difícil separarse de ellas por cuestiones de orgullo, soberbia y falta de perdón entre otras cosas. El resultado de una vida en esas condiciones es el fracaso emocional y espiritual pues siempre tienen la excusa lista para justificar sus equivocaciones y de paso para encontrar un culpable.

Desde luego que los lasos que atan al ser humano son muchas y de diferentes orígenes, tales como los familiares que se transmiten vía genética o los que se adquieren en el ambiente de la crianza, educación recibida o atmósfera inmoral que se mueve el individuo.

Adán, recibió del creador el privilegio de señorear sobre todas las criaturas de la tierra (Gn.1:26-27) tenía poder sobre toda la creación de Dios; debía de obedecer un solo mandamiento; “no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal” (Gn. 2:17)

Pero pudo más la tentación del demonio, mordió el anzuelo de la mentira quiso ser como Dios y cayó de rodillas. En ese instante nacieron las raíces del mal que atan la naturaleza pecaminosa del hombre -Mentira, engaño, odio, rencor, codicia, guerras, prácticas ocultistas, etc. etc.-

Sin embargo Dios escogió voluntariamente encarnarse como hombre para sufrir y sentir voluntariamente la culpas de la humanidad caída y así redimirla del pecado de nuestro primer padre Adán. (Mt.37:38) Y si él mismo Dios hecho hombre –Jesucristo- ya pago con su sangre los pecados y culpas de la humanidad caída. (El fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz y gracias a sus heridas fuimos sanados. Is. 53:5) ¿Por qué siguen sufriendo y padeciendo, si la deuda ya está saldada? La respuesta es bien simple, no pueden romper las ataduras del pasado por falta de perdón y desde luego no renuncian a los malos deseos del corazón.

Por eso es tan importante que toda persona que ha nacido de nuevo renuncie a su vieja naturaleza pecaminosa y viva plenamente en Cristo para restaurar su vida y la de las personas que le rodean; Dios ha prometido sanar los corazones afligidos, consolar a los que están en duelo, cambiar la tristeza en alegría, traje de fiesta en vez de espíritu de desaliento, quitar toda ansiedad, todo desánimo, una relación basada en el amor y el perdón.

“Porque ustedes antes eran oscuridad, pero ahora son luz en el señor. Vivan como hijos de luz – el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia, y verdad”- (Ef.5:8-9)

“Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos,
Y te alumbrará Cristo” (Ef.5:14)


Señor: Te ruego que limpies las viejas heridas; que las cosas del pasado se queden allí, que
Cortes toda raíz de amargura de mi pasado, de mi familia, renuévame con tu espiri-
tu y haz de mí un instrumente de paz.

Las citas bíblicas son tomadas de la biblia N.V.I. ( S.B.I.) Editorial Vida.

Bogotá, D.C. Noviembre 16 del 2.008






















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